4 de febrero de 2010

Un periódico israelí publica artículo en defensa de Pío XII


Un archicalumniado pontífice

Según comenta L’Osservatore Romano en su edición del 1-2 de febrero pasado, el artículo de Bernard-Henri Lévy, en el que se parangonaba a los papas Pío XII y Benedicto XVI como chivos expiatorios ante la opinión pública, ha encendido el debate. Curiosamente en España fue publicado por un medio nada sospechoso de parcialidad a favor de Eugenio Pacelli o de Joseph Ratzinger: El País (edición del 24 de enero último). Pero no es la única sorpresa: un periódico israelí había publicado el 22 otro artículo, esta vez del periodista Dimitri Cavalli, especializado en Pío XII, en el cual asume una decidida defensa del Papa contra las acusaciones más difundidas en su contra. El diario Haaretz contribuye de esta manera a disipar el mito de una supuesta unanimidad en el seno del mundo judío en el rechazo de la figura de Pío XII. Algo se empieza a mover en sentido positivo después de casi medio siglo de calumnias…

por: Dimitri Cavalli*

Algunas cosas no cambian nunca. La controversia sobre las acciones del papa Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial se ha vuelto a encender al firmar Benedicto XVI un decreto afirmando que su predecesor demostró “virtudes heroicas” durante su vida. Cuando el domingo pasado el Papa visitó la Gran Sinagoga de Roma, Riccardo Pacifici, presidente de la comunidad judía romana le dijo: “El silencio de Pío XII frente al Holocausto duele todavía como un acto frustrado”.

No es la primera vez que el papa del período bélico, que está ahora más próximo a la beatificación, es acusado de haber mantenido silencio durante el Holocausto, de haber hecho poco o nada para ayudar a los judíos y hasta de haber colaborado con los nazis. ¿En qué medida, admitiendo que la haya, estas acusaciones, repetidas desde principios de los años Sesenta, están avaladas por pruebas?

El 4 de abril de 1933, el secretario de Estado vaticano, cardenal Eugenio Pacelli, ordenó al nuncio apostólico en Alemania ver qué se podía hacer para contrarrestar las políticas antisemitas del nazismo.

En nombre del papa Pío XI, el cardenal Pacelli redactó el borrador de una encíclica bajo el título Mit brennender Sorge (Con grave preocupación), que condenaba las doctrinas nazis y la persecución de la Iglesia Católica. La encíclica fue introducida ilegalmente en Alemania y leída desde los púpitos de las iglesias católicas el 21 de marzo de 1937.

Aunque algunos críticos con el Vaticano liquiden la encíclica como una especie de blanda reprimenda, los alemanes la consideraron una amenaza a su seguridad. Por ejsemplo, el 26 de marzo de 1937, Hans Dieckhoff, funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, escribió que “la encíclica contiene ataques durísimos al gobierno alemán, exhorta a los ciudadanos católicos a rebelarse contra la autoridad del Estado y, por lo tanto, es una tentativa de poner en peligro la paz interna”.

Tanto la Gran Bretaña como Francia habrían debido interpretar el documento como una puesta en guardia contra la posibilidad de otorgar confianza a Hitler o ceder ante él.

Después de la muerte de Pío XI, el 2 de marzo de 1939 fue elegido papa el cardenal Pacelli. Los nazis estaban descontentos con el nuevo pontífice, el cual tomó el nombre de Pío XII. El 4 de marzo, Joseph Goebbels, ministro alemán de Propaganda, escribió en su diario: “Almuerzo con el Führer. Está tomando en consideración la idea de abrogar el concordato con Roma a la luz de la elección de Pacelli al pontificado”. Durante la guerra, el Papa no permaneció ciertamente en silencio: en numerosas alocuciones y encíclicas defendió los derechos humanos para todos e hizo llamados a las naciones beligerantes para que respetasen los derechos de todos los civiles y de los prisioneros de guerra.

Al contrario de muchos de sus detractores de última hora, los nazis comprendieron muy bien a Pío XII. Después de haber examinado atentamente el mensaje de Pío XII en ocasión de la Navidad de 1942, la Oficina Central del Reich para la Seguridad concluyó: “Como no había sucedido antes, el Papa ha repudiado el Nuevo Orden Nacionalsocialista Europeo (…) Prácticamente acusa al pueblo alemán de injusticia contra los judíos y se hace portavoz de los criminales de guerra hebreos” (consulten cualquier libro de los que critican a Pío XII y no encontrarán la menor traza de este importante dato).

A principios de 1940, el Papa hizo de intermediario entre un grupo de generales alemanes que querían derrocar a Hitler y el Gobierno británico. Si bien la conspiración no llegó a concretarse, Pío XII se mantuvo en estrecho contacto con la resistencia alemana y supo de otros dos complots contra Hitler. En el otoño de 1941, a través de canales diplomáticos, el Papa se mostró de acuerdo con Franklin Delano Roosevelt sobre el hecho de que los católicos americanos podían apoyar los planes del Presidente para extender las ayudas militares a la Unión Soviética, invadida por los nazis. Con el consentimiento de la Santa Sede, John T. McNicholas (foto), arzobispo de Cincinnati (Ohio), pronunció un discurso –muy publicitado– en el que explicaba que la extensión de esas ayudas a los soviéticos estaba moralmente justificada porque se trataba de ayudar al pueblo ruso, que era víctima inocente de la agresión alemana.

En el curso de la guerra, enviados del Papa indicaron a menudo a los representantes diplomáticos vaticanos en muchas zonas ocupadas por los nazis y en los países del Eje que intervinieran a favor de los judíos en peligro. Hasta la muerte de Pío XII en 1958 muchas organizaciones, periódicos y líderes judíos alabaron sus esfuerzos. Por citar sólo uno de muchos ejemplos que podrían darse, Alexander Safran, Gran Rabino de Bucarest, escribió en una carta del 7 de abril de 1944 al nuncio apostólico en Rumanía: "No es fácil para nosotros encontrar las palabras justas para expresar el afecto y el consuelo recibidos gracias al interés del Sumo Pontífice, que dio una suma ingente de dinero para aliviar los sufrimientos de los deportados judíos (…) Los judíos de Rumanía no olvidarán jamás estos hechos de importancia histórica".

La campaña contra Pío XII está destinada al fracaso porque sus detractores no tienen ninguna prueba que sustente sus principales acusaciones contra él, a saber: que permaneció silencioso, que era favorable al nazismo y que poco o nada hizo para ayudar a los judíos. Quizás tenía que ocurrir en un mundo como el nuestro que el único hombre que, en el período bélico, hizo más que ningún otro líder para ayudar a los judíos y a otras víctimas del nazismo, recibe las más duras condenas.


*Dimitri Cavalli es un editor y escritor independiente, residente en Nueva York y colaborador en varios publicaciones.

Fuente original: Haaretz

Traducción española: RVR

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