20 de octubre de 2008

Testimonio emotivo sobre el Cardenal Pacelli de un sacerdote ejemplar de Barcelona

Como bien se sabe, a su regreso del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires (al que había asistido en calidad de legado a latere de Pío XI), el cardenal Eugenio Pacelli realizó una breve visita a Barcelona a invitación del gobernador militar general Domingo Batet, católico practicante. El 1º de noviembre de 1934, atracaba el transatlántico que lo llevaba de regreso a Roma –el Conte Grande– en el puerto de la Ciudad Condal. A recibirlo fueron autoridades civiles y religiosas. El obispo de entonces, don Manuel Irurita y Almandoz (que de ahí a poco sería martirizado) quiso que sus seminaristas tuvieran la experiencia -extraordinaria en aquel tiempo- de conocer personalmente a un purpurado de la Santa Iglesia Romana y que, además, era el secretario de Estado de Su Santidad, llevándolos con él para presentarle su respetuoso saludo. Entre esos seminaristas se hallaba el hoy mosén José Mariné Jorba, párroco emérito de la parroquia barcelonesa de San Félix Africano, quien, a sus casi noventa años de edad, ha tenido la gran bondad de regalarnos con su valioso testimonio sobre el emotivo encuentro con quien se convertiría en el papa Pío XII.

Impresiones de un joven seminarista sobre la persona de
Su Eminencia el cardenal Eugenio Pacelli (Su Santidad Pío XII)

+ Barcelona, octubre de 2008.

Corría el año 1934, cuando el papa Pío XI envió en representación suya al Cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, a presidir en su nombre el Congreso Eucarístico de Buenos Aires en Argentina.

En su travesía de regreso desde la Argentina el barco en el que viaja el Cardenal hizo una escala en la estación marítima del puerto de Barcelona. Éramos muchos los que fuimos a saludarle: estaban presentes las autoridades civiles y multitud de gente. El seminario en pleno fue a la estación marítima. El Cardenal bajó del barco y fue saludado por todos. Pudimos comprobar el gran prelado que era y su gran dignidad como persona.

A mí personalmente me quedó grabado para siempre este maravilloso momento. Yo era tan sólo un adolescente y estaba en el seminario menor. Este acontecimiento marcó mi vida y reafirmó mi vocación sacerdotal. Pasaron los años y ya ordenado sacerdote, durante una peregrinación a Roma, pasando el Papa delante de mí en la silla gestatoria, logré alcanzar su mano. Grande era el gozo y el entusiasmo de la gente pero para mí fue una experiencia única.
José Mariné Jorba, pbro.

1 comentario:

Hugo Boggi dijo...

He descubierto con alegría que son muchas las personas que mantienen viva la Feliz Memoria de este Santo Pastor del siglo XX, que sigue alumbrando con su vida y doctrina nuestro peregrinar. Que continúen abriendo caminos de encuentro con la verdad en la red es el deseo de nuestra familia.
educazul.blogspot.com